Cuando uno piensa en música electrónica y en un país como Chile, piensa, sobre todo, en gente como Luciano o Ricardo Villalobos. Ellos son, en efecto, los máximos embajadores de la cultura electrónica del país andino. Sin embargo, tras ellos, fue llegando a Europa una segunda generación de artistas chilenos. Una generación que se distingue de la otra por haberse criado en su país natal. Son exportadores. Son artistas que nos permiten acercarnos a las tendencias underground de uno de los países más fructíferos de América del Sur. Lidera esa segunda generación Francisco Allendes, habitual residente de la fiesta ibicenca ANTS (tiene lugar cada sábado en Ushuaïa Ibiza Beach Hotel) y uno de los máximos exponentes del sonido tech-house a nivel mundial.
“Me prometí que, si a los 30 no había alcanzado cierto nivel económico con la música, me dedicaría a otra cosa. A los 29, me ofrecieron ser residente de Ushuaïa y decidí apostar por la música.” Francisco, si traducimos estas frases tuyas de hace un tiempo… no abandonaste la música por escasos meses.
Así es. Yo ya estaba casi buscando un trabajo alternativo, aunque venía de firmar dos discos en Cadenza (uno de ellos, muy potente) y uno en Kling Klong y tenía la sensación de que cosas importantes podían estar a punto de pasar. Ese Cadenza hizo que Ushuaïa picara a mi puerta y mi vida cambiara. Si no, ahora estaría probablemente trabajando ocho horas al día en una oficina.
Para que quede claro, ese disco tan importante fue Llovizna.
Sí. Yo había producido mis mejores temas en marzo y abril de 2009. Medio año después, viajé a Ibiza para los cierres de temporada con un amigo que conocía a los dueños de Ushuaïa. Así que fuimos para allí, al antiguo chiringuito, en la playa. Luciano, Marco Carola y Richie Hawtin estaban pinchando ante 11.000 personas. Y Luciano puso “Llovizna”, desatando la locura entre el público. Un tipo me preguntó de quién era el tema. Cuando le dije que era mío, se me presentó: “Pues enhorabuena. Lleva petándolo todo el verano. Encantado de conocerte. Soy uno de los dueños del local.” Unos meses después, me ofrecieron la residencia.
Produjiste el tema junto a Felipe Venegas. ¿Cómo sucedió?
Felipe y yo llevábamos ya un tiempo produciendo por separado en Santiago de Chile. Felipe siempre ha sido mucho más melódico que yo. Un día, me mostró un loop de un arpegio que utilizaba siempre en sus lives. Yo llevaba tiempo investigando texturas, voces e instrumentos que se pudieran samplear y di con esta vocal de una cantante boliviana. Esa voz casaba perfectamente con el arpegio de Felipe. Empezamos a jugar con eso y Felipe acabó uniéndolo en directo en un live que hizo en un afterparty en Chile. Luciano estaba de vacaciones visitando a su familia y estaba en ese after. Se interesó por el tema y pidió publicarlo en Cadenza. Yo no podía creérmelo cuando Felipe me lo contó al día siguiente. Pulimos el tema, lo firmamos juntos y lo publicamos.
Hace 10 años de eso…
Sí. De hecho, en octubre vamos a publicar un disco de homenaje por el X aniversario de “Llovizna”. Incluirá un remix de Luciano, algunos más aún por anunciar y un edit conjunto mío y de Felipe. Ya está todo terminado. Sólo falta arrancar con las promociones hasta que llegue la fecha de lanzamiento.
Algunos de esos edits ya están sonando en los mejores clubs del mundo…
¡Eso he visto! El otro día, por ejemplo, Luciano pinchó su mix en Amnesia y Kölsch lo utilizó también en elrow – así que sí, ya está consiguiendo un gran apoyo.
Miramos a tu pasado y nos topamos con una formación de conservatorio en Chile durante casi 10 años. Sin embargo, hay muchos DJs y productores que llegan a lo más alto sin tener esa formación. ¿Qué aportan esos conocimientos? ¿Marcan realmente diferencias?
A la hora de sentarse a producir, te ahorra tiempo y te acorta distancia. Si yo quiero lograr una melodía, sé cómo crearla. En cambio, tengo amigos que son grandes productores, pero que van disparando teclas hasta que dan con la adecuada. Es como jugar al billar. Puedes tener una gran formación y conocer los cruces de vectores o puedes ganar un Mundial sin tener ni idea de física. Con la música pasa igual. El oído manda y puedes desarrollarlo sin tener la educación adecuada. Ahora bien, con educación musical, siempre es más fácil y eres más consciente de los procesos y de por qué algo funciona o no funciona. De todos modos, también debo decir que hacer electrónica tras haberme formado 10 años en un conservatorio es utilizar apenas un 10% (o menos) de todo lo que sé. Es como matar moscas con un cañón.
¿Te planteas entonces ir un paso más allá a nivel de producción en un futuro?
Cuando he tenido la oportunidad de hacer integraciones, lo he hecho. En Chile, he trabajado con televisión, orquestas, bandas e incluso he tocado el violín en directo mientras pinchaba. Pero no, ahora mismo no es un propósito. Dejo que las cosas surjan. En mi etapa actual es complicado. Entrar en proyectos tan complejos quita mucho tiempo, ya que dependes de mucha gente.
Lo del violín pinta bien…
Sí, es la idea que más me ronda la cabeza, pero el sonido que obtengo de ello no termina de cuajar con lo que busco. Es demasiado cheesy y está muy quemado, al igual que el saxo. Hasta que no vea que puedo hacer algo realmente novedoso, no voy a mover ficha.
Si seguimos mirando a tu pasado y a tus inicios en tierras chilenas, encontramos también un sello llamado Andes Music.
Fue una aventura que emprendí con Marcelo Rosselot. Queríamos empezar a pinchar en fiestas y en clubs y sabíamos que, teniendo nuestro propio sello, se nos abrirían más puertas. Y así fue. Creamos Andes Music y nos llamaron para pinchar en Argentina, Perú, Brasil, Ecuador, Uruguay e incluso EE.UU. En aquella época, todavía se vendían muchos discos en vinilo y nos convertimos en el único sello chileno que los distribuía a nivel mundial (ahora habrá unos 10, más o menos).
Andes Music sigue activo hoy en día…
Sí. Marcelo y yo nos separamos y el sello quedó en sus manos y en las de otro socio. Siguen sacando algunos discos, pero yo me desligué. Había que invertir demasiado.
¿Cómo estaba la escena chilena en aquel momento?
Ha habido distintas generaciones o camadas en la electrónica nacional chilena. Cuando Pinochet subió al poder, muchos chilenos se exiliaron a Europa, así que empezamos a ver cómo crecían grandes artistas nacidos en Chile, pero criados en Europa. Luciano y Ricardo Villalobos son claros ejemplos. Gracias a ellos, Europa puso el foco en Chile, miró hacia nosotros y fue posible que una segunda generación, nacidos y criados en el país, pudiéramos soñar con volar a Europa algún día. Piensa en la historia de “Llovizna”. No llega a ser porque Luciano estaba de vacaciones en Chile visitando a su familia y todo esto no habría sucedido.
Podemos decir que el talento ha estado siempre presente en Chile, pero, ¿qué hay de los eventos?
Entre 2007 y 2011, había, como dices, mucho nivel en términos de producción musical, pero no había grandes eventos. Era imposible dedicarse a la música. No había escena. Por eso, todos nos poníamos como meta viajar a Europa. Ahora, en cambio, cuando vuelvo a Chile, me encuentro con mega eventos de 5.000 o 6.000 personas cada semana. Tenemos nuestra propia edición de DGTL, Lollapalooza, Magic Garden, Creamfields, Dreambeach, tres fiestas de elrow cada año…
¿Distribuidos por el país o concentrados en la capital?
Está todo muy concentrado en Santiago. Últimamente, sí hemos visto algunos ligeros focos fuera de la capital, pero, en Chile, absolutamente todo se concentra en la capital.
Imagino que ahora te apetecerá volver a Chile más que antes…
Antes, cuando visitaba el país, tenía uno o dos bolos como mucho. Ahora, cada vez que voy, hago, como mínimo, ocho o nueve. Y descubro siempre a nuevos talentos nacionales. Se viene una tercera generación de artistas muy interesante, con gente como Pablo Inzunza (con quien publiqué un EP en Desolat), Cris Ocaña o Nico Ferrada (que ha publicado ya con De la Swing en ElRow Music).
¿Los clubs están a la altura?
Allí hay tres o cuatro clubs que tienen sonido Funktion One en cabina y en sala. Antes, esto era impensable. Ah, y tenemos La Feria, un club de Santiago que lleva años afianzado entre los mejores 100 clubs del mundo.
No puedo dejar de lado el repaso a tus inicios sin hablar de tus primeros bolos… ¡Pinchabas pachanga!
(risas) ¡Pero era pachanga más intelectual! El reggaetón no existía. Aquello era pachanga ultra bailable. Funk, disco, música alternativa… Pero para nada electrónica. Había pop, hip hop, cumbia…
¿Qué temas recuerdas usar más frecuentemente?
Recuerdo el “Watermelon Man”, a Mongo Santamaría, a Kurtis Blow… Pero también tiraba cosas de Cassius, Dimitri From Paris, Modjo, Daft Punk, incluso de Paulina Rubio con alguna base techno. ¡Iba mezclando de todo!
¿Tienes grabado algo de eso?
Qué va. Es una pena.
Dejémoslo claro: esos géneros no son tus favoritos. En realidad, lo tuyo es el rock y el jazz.
Correcto. Yo empecé con música más clásica, pero los amigos me enseñaron música más rompedora y empecé entonces con el jazz. Frank Zappa fue un referente. Luego me pasé al jazz más vanguardista. Me crie en esos terrenos, aunque hablamos siempre de música no bailable. Cuando empecé a salir a discotecas, empezó a interesarme también la música de baile más refinada.
Y, un día, Francisco Allendes llega a su casa y dice “me voy a Europa”. ¿Cómo recuerdas ese día?
Mis padres ya veían desde hacía años que me interesaba mucho la música. Yo empecé con esto cuando entré en la universidad, mientras estudiaba Economía. Fue al terminar mi carrera, cuando decidí tomarme un descanso e intentar esto de ser DJ. Si fallaba, ya tenía mis estudios aprobados y podría empezar a trabajar. Así que mis padres, en cierto modo, vieron que hacía las cosas con responsabilidad. No les gustaba la idea, pero apostaron por mí y me apoyaron. Piensa, también, que, durante los primeros años, yo iba y venía cada tres meses con visado de turista. No es que de un día para otro decidiera irme a Europa sin billete de vuelta.
Aun así, tres meses en Europa es algo que asusta para un padre o una madre.
Sí, pero yo nunca he sido un gran fiestero o raver, sino simplemente un apasionado musical. Por eso, mis padres estaban tranquilos. Ellos sabían que yo no me iba a Europa a salir de fiesta o entregarme a las drogas. Nunca tuvieron ese miedo. Cuando salió lo de Ushuaïa, ganando dinero y actuando tres veces por semana al lado de los mejores DJs del mundo, ninguno tuvimos dudas. Esa era la oportunidad que había ido a buscar y la tenía en frente de mí. Cogí mi nómina y me vine definitivamente a Europa.
¿Qué fue lo que más te sorprendió o impresionó de Europa en tus primeros viajes?
Vi un nivel de profesionalidad en la industria que yo jamás había imaginado. Y vi que las puertas que buscaba estaban ahí, al alcance de mi mano. Simplemente, había que abrirlas. Fue entonces cuando me di cuenta de que yo no tenía a mi alrededor la estructura necesaria. No tenía agencia, no tenía management, no tenía estudio de producción… Fueron años duros, sobre todo los primeros cuatro, que me los pasé casi siempre encerrado en el estudio de un compañero.
Eso fue en Zaragoza, algo que quizás muchos no sepan.
Cuando terminé mi primer disco (fue en Chile en 2004 y, por cierto, era horrible), organizamos una fiesta de lanzamiento y el promotor del evento era un amigo DJ que era de Zaragoza. Vio mi directo y me invitó a visitar su estudio en España, ya que él no controlaba mucho de producción. Terminé mi tesis doctoral y al día siguiente ya estaba volando. Él pinchaba los viernes en Zaragoza y los sábados en Family Club, en Madrid. Yo le acompañaba siempre y eso me permitió ver por primera vez a ídolos como Jeff Mills, DJ Rush, Derrick May, Cristian Varela u Oscar Mulero.
Tras esos primeros años, terminaste en Ibiza, tu actual hogar. ¿Te ves ahí para siempre?
Yo creo que sí. He formado una familia en la isla (mi hijo es ibicenco), hemos comprado un piso en primera línea de mar en Playa d’en Bossa y somos muy felices allí.
“Ibiza ya no es lo que era.” Siempre dices que llevas escuchando esta frase desde 2010. ¿De verdad no has notado un empeoramiento en las condiciones que se encuentran los clubbers al aterrizar en la isla?
Los precios y todo el sector turístico han cambiado, pero para todo el mundo, no sólo para los clubbers. Se dice que Ibiza es la isla de la electrónica, pero los clubes están concentrados en dos o tres calles e Ibiza es mucho más que eso. Es campo, familia, playa, espiritualidad… Hay un movimiento musical, sí, pero siempre ha sido cambiante. Hace 30 años, había otro movimiento cuando entró la electrónica. Quizás los rockeros de la época también se quejaron, pero es que las escenas van siempre cambiando en todo el mundo.
Parece que lo que antes eran reclamos para ir a Ibiza, ahora ya no son factores decisivos: los line-ups, los horarios de los clubs…
Y también los sonidos. Ibiza ofrecía sonidos nuevos y diferentes, pero ahora está todo extendido por el mundo. Es más difícil descubrir nuevos sonidos. Si alguien triunfa en Ibiza, triunfará por todo el mundo. Así que la exclusividad musical ya no existe realmente, aunque no es algo de lo que lamentarse. Las escenas cambian y la isla lo refleja. No hay más.
Eso me hace pensar en el reggaetón.
Por ejemplo, sí. Muchos critican su llegada a la isla, pero es que Ibiza no es sólo la “isla de la electrónica”, sino también la “isla del ocio, el entretenimiento y el turismo”. Y los clubs, no lo olvidemos, son también empresas y buscan generar ingresos. La época dorada de la electrónica era dorada porque la electrónica vendía cantidades locas de entradas. Hoy en día, ya no vende así. Pero está pasando en todo el mundo. Los puristas de la electrónica siempre han sido un nicho. En las épocas doradas, había mucha gente que iba a esos eventos, pero algunos de ellos iban sólo porque estaba de moda.
Hasta ahora, hemos hablado siempre de que Ushuaïa te cambió la vida, pero, ¿qué hay de ANTS? Fue con ANTS que tu nombre empezó a hacerse grande, ¿no es así?
Realmente, sí. Antes de ANTS, hubo hechos que me ayudaron a ir dando pasos (venir a Europa, firmar con Desolat…). Pero fue realmente ANTS quien se la jugó y apostó por mí, llevándome por todo el mundo. Empecé con ellos en 2013, hasta que me ofrecieron la residencia en 2015. La gracia de ANTS es que es un concepto diferente a los demás, porque no gira alrededor de un único headliner. Es una marca que gira en torno al hecho de formar una colonia. Es una experiencia diferente. La gente que va a ANTS se entrega a una música de cierto nivel, independientemente del cartel. Cuando, como DJ, te toca ir antes o después de un headliner en algunas fiestas, sabes que no te prestarán la atención que desearías. En cambio, en ANTS, a todos se nos trata por igual. No hay jerarquías de por sí y eso hace que nos presten mucha más atención a todos. Actuar en ANTS es una pasada.
El significado de la fiesta es también bonito… y peculiar.
Sí. Es una fiesta para los trabajadores de Ibiza. Si tienes contrato laboral en la isla, entras gratis. Está pensado para trabajadores. Y las hormigas son quizás el ser más trabajador que hay en la Tierra. Las hormigas duermen en invierno y trabajan en verano. Con Ibiza pasa lo mismo. ANTS es música underground y las hormigas viven bajo tierra. Las hormigas son negras y la gente de la escena underground suele vestir de negro. Hay muchas similitudes.
Gracias a ANTS has terminado conociendo a gente fundamental en tu vida, como Paola Poletto.
Sí, fue con ellos que empecé a girar por todo el mundo pinchando b2b con Paola Poletto. Ahora mismo, estoy casado con ella y es la madre de mi hijo.
Mientras a algunos les gusta la lectura, el tenis o, si me apuras, el baloncesto o el fútbol, a Allendes le gusta el cross-fit. No es algo muy común entre los DJs, ¿verdad?
No es muy común, pero empiezan a aparecer algunos. HERR va al mismo box que yo en Barcelona, por ejemplo. Carl Kennedy, artista de Nueva York, también es un gran aficionado. Yo llevo solo un año. Y también tengo otras aficiones, como leer y, por supuesto, dormir.
¿Por qué el cross-fit?
Tengo 38 años y sentí que necesitaba algo para estar más fresco, sobre todo a la hora de viajar. Es un deporte entretenido, fuerte y dinámico y genera una comunidad muy diferente a la que suelo tener a mi alrededor. Con él, consigo escapar de ciertos círculos y conocer gente de otros ámbitos. Y tengo un gym a 300 metros de casa. Eso ayuda, claro.
Y cuando viajas, ¿qué?
Intento mantenerlo. Yo hago cinco sesiones de una hora por semana. Si estoy en Ibiza de lunes a viernes, entreno esos cinco días y me olvido. Si viajo entre semana, me las arreglo para buscar un lugar donde entrenar. En Chile tengo otro box y en Barcelona, también. Al final, uno siempre encuentra excusas para no hacerlo. Hay que obligarse y no permitirse ni una excepción. A la que falles un día, estás perdido.
Por último, queríamos preguntarte qué significa para ti la frase “I need a DJ”.
(risas) Cuando llegué a Ibiza, vivía en un apartamento con distintos tipos originarios de la isla. Uno de ellos era un buen fiestero. Un viernes o sábado por la mañana, me despertó diciéndome “I need a DJ”. Supuestamente, estaba el salón lleno de gente esperando para que pusiera música. Cometí el error de creérmelo y levantarme. Ahí estaba yo, pinchando para tres personas que querían seguir la fiesta. Desde ese día, los odio… (risas)
PRÓXIMAS FIESTAS FRANCISCO ALLENDES
(Imagen de Portada: © Phlame)
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