Barcelona es una de las ciudades más vivas de Europa. Su noche cobra vida siete días a la semana, 365 días al año. En sus calles, coinciden perfiles muy diversos, muy distantes entre sí, incluso antagónicos, totalmente opuestos. En Barcelona, se respira ese aroma a escena underground, a pasión por la electrónica de calidad. Se respira ese aire a juventud, a etapa estudiantil, a fiesta desenfrenada. Se respira esa pasión por el live concert, por el rock, por los sonidos de Metallica, por el estruendo. En Barcelona, se respira esa calidez del ritmo latino, de las curvas, de la sensualidad. Se respira ese aroma a dinero, a turismo sin límites, a noches sin tapujos. Se respira ese aire a exclusividad. En Barcelona, se percibe esa pasión, esa afición, esa inspiración por el botellón y el parkineo. Se respira el aire a libertad, a mente abierta, a igualdad sin importar raza, género u orientación sexual. En Barcelona, la modernidad y la vanguardia son el pan de cada día. Lo vintage mola, lo vintage se lleva. Barcelona está hecha a gusto de todos. ¿Y tú? ¿Estás hecho/a a gusto de Barcelona? ¡Bienvenido/a!
El hípster
El color, por encima de todo. Si los colores no pegan, haremos que peguen. Y si pegan, nos llevaremos el MVP. Ellos/as no se hacen llamar “hípsters”. Ni siquiera “modernos”. Es una etiqueta puesta por el resto. ¿Envidia? A saber… Lo cierto es que muchos no se atreverían a vestir como ellos/as lo hacen. Cuidan hasta el último detalle. Sus outfits son impecables. Los encontraréis bailando electrónica, mayoritariamente. En concreto, bailando house, disco, funk y sus derivados. Y, si es bajo el sol, mucho mejor. Eventos como Brunch -in Barcelona o SoundEat, noches como las de Nitsa Club, Red58, Laut o Macarena y festivales como Sónar (especialmente Sónar Día), Mutek, MIRA o DGTL son buenos puntos de encuentro para los modernos.
El pijo
Es la frase definitoria por antonomasia de lo que sucede por encima de la Diagonal. Hablamos de un público de 18 a incluso 35 años. Ellos siempre llevan la camisa por dentro. Siempre calzan náuticos (incluso alguno va más allá y se pone mocasines). Ellas difícilmente saldrán a bailar sin tacones, sin un vestido “monísimo” y sin ir cuidadosamente pintadas. Piden, incluso exigen “música comercial”. Acostumbran a decirlo con un “sí, no sé…” y una sonrisa vergonzosa. Suelen venir de buena familia y estudiar en universidades privadas, aunque difícilmente pagarán una entrada. Lo suyo es la lista gratis o el “conozco a alguien que nos entra”, “el portero nos conoce porque venimos cada finde”, etc. Las calles Aribau y Tuset, con clubes como Costa Breve, Sutton Club o Bling Bling, son su hogar.
La “cutre”
A estos sí que les da igual todo. “Me dejo llevar”, aseguran. Salir de fiesta, para ellos, equivale a coger el coche, convertirlo en un bar, bajarse un par de litros de alcohol en el famoso “parkineo” y entrar en el club a matarse a chupitos. “Nos mola todo lo que sea cutre”, asegura una de ellas mientras su amigo nos lee el nombre completo de la fiesta a la que están a punto de entrar: Mandanga de Verano; Bailoteo y Cachondeo. “¿Qué puede salir mal?”, nos pregunta. Nunca a nadie le importó todo tan poco.
El rockero
Ellos fueron héroes en su época. Durante años, viajaron por el mundo siguiendo a sus grupos de rock, heavy metal y punk favoritos. Ahora, son otros tiempos. “Los artistas ya no viven de los discos, sino del merchandising y de los bolos”, nos cuentan. “O hacemos el esfuerzo de seguir yendo a conciertos a apoyar la música en directo o nuestros artistas de toda la vida desaparecerán”, vaticinan. Es difícil encontrar pasión desenfrenada por el rock en las discotecas y los rockeros no se sorprenden: “Por mucho que haya grandes grupos que se hayan convertido en mainstream, el rock siempre será underground.” Para ellos, no existe mucha fiesta más allá de esos conciertos. Teatro, exposiciones de arte… y tiempo con la familia. “Yo soy padre, tío.”
Los puretas
Nunca escucharemos a uno de ellos decir de sí mismo que es un “pureta”. Es difícil encontrar a alguien que saque pecho por ello. Pero así los llamamos en la escena. Los “puretas” no se cortan por la edad. Se calzan su camisa, su americana y su corbata y se van al club de moda de la ciudad para rejuvenecer sus sentidos. “Hemos ido a cenar y ahora sólo daremos una vuelta por aquí”, dicen tres de ellos mientras al cuarto se le escapa un “chicos, Bling está aquí ya”. Nos encantan…
El estudiante de aquí
La mayoría no son de Barcelona. Han venido a estudiar. Viven en residencias universitarias o en pisos de estudiantes. Los viernes por la tarde, se marchan a su pueblo a pasar el fin de semana, así que el jueves es su momento. Les hace ilusión eso de vestir camisa y zapatos e ir a discotecas de alta gama, aunque no le dirán que no a una “farra universitaria” o a un “bar de guiris”. Eso sí, siempre “por lista, que nosotros no curramos”.
El estudiante de fuera
Suelen ir en grupos grandes y no tienen ni la más remota idea de a dónde van. Alguien les hace de guía, les organiza en masa y les dice qué tienen que hacer, cuándo y dónde. Ni siquiera saben qué música van a bailar. Tampoco es algo que les preocupe. No han venido a Barcelona a pensar.
El guiri
Han viajado a Barcelona por libre. Algunos son estudiantes, pero con pasta. Otros son trabajadores exitosos, con el bolsillo lleno. Suelen buscar fiestas con glamour, en las que se cuiden los detalles, aunque ellos a veces vayan algo dejados. El dinero les allana el camino. Muestran cierto interés por la música; buscan hip-hop, R&B, música latina, hits comerciales… Buscan la calidez del Mar Mediterráneo y, claro está, ligar. Sobre todo, buscan ligar. Volverse al hotel con su compi de viaje es un fracaso rotundo, aunque no por ello dejarán de intentarlo de nuevo a la noche siguiente. Suelen merodear la zona del puerto, visitando clubs como Pacha Barcelona, Opium Mar o CDLC.
El cani
La exageración a la hora de lucir el cuerpo es el pan de cada día para este perfil. Ni un pelo en todo el cuerpo, bronceados de revista, músculos de Action Man, peinados degradados, tinta en la piel en el 99% de los casos y… sí, poca ropa. Muy poca ropa. Están por todas partes. Uno puede encontrárselos bailando reggaetón en Malalts de Festa, bailando tech-house en elrow o disfrazados de tipos/as serios/as en Pacha. ¡Ídolos!
La del “flow”
“¡Bailamos de todo!”, prometen. “Yo he estado en elrow, que es techno, y me ha encantado, por ejemplo.” Afortunadamente, su precisión a la hora de especificar sus preferencias es mayor: “Vamos al Shôko a bailar dancehall, R&B, dembow, reggaetón…”. Todos sabemos que la gente de color tiene un don especial para el baile y es indiscutible que esos géneros son los que más exigen al esqueleto. A fin de cuentas, tiene sentido.
Los góticos
Ellos aman, adoran, idolatran el color negro, aunque (contradicciones de la vida) suelen tener un color de piel extremadamente blanco. Llevan el asunto de los tattoos al extremo. Se inyectan tinta donde otros jamás podrían ni siquiera pellizcarse. Muchos diríamos que les va el “heavy metal” y el “punk”, pero la electrónica más underground y experimental ha ganado adeptos de este estilo, llevándolos a asistir incluso a eventos como el DGTL Barcelona.
El “old school”
Las redes sociales no existían en los años 90. Y cámaras de fotos en las fiestas de electrónica (más conocidas como raves) había más bien pocas. La gente no perdía el tiempo acicalándose ante el espejo o decidiendo prendas y colores ante el armario. El/la raver de entonces se levantaba de la cama, injería cuatro cereales, se ponía su siempre cómoda ropa de batalla y se marchaba a esa aventura cuya hora de cierre era siempre impredecible. Todavía quedan algunos/as de esos/as. Su outfit es sencillo. Y son tan felices…
La “cool”
Lo encontramos sobre todo entre ellas. Tienen clase, estilo, glamour. Llevan décadas preocupándose de estar siempre espectaculares e imponentes, pero lo del clásico vestidito para “ir de copas” les da mil patadas. Les gusta la electrónica. Les gusta experimentar. Les gusta vivir la vida al límite y bailar durante horas, días, semanas. Los colores vivos, las tonalidades brillantes y los gadgets llamativos pueden con ellas. Pueden estar yendo al Brunch o al SoundEat, pero si las teletransportan al Burning Man no darían el cante en absoluto.
El divino
Son adorables y muchos de ellos se recrean con su belleza y su sex-appeal. Parecen llegados de otra galaxia o, por lo menos, de otro planeta. Desprenden amor por los cuatro costados y les encanta hacerse notar. Son extremadamente expresivos. Tanto, que uno podría averiguar enseguida qué están diciendo fijándose sólo en sus gestos. Frecuentan festivales de música techno y house y su amor por el desenfreno sin tapujos ni vergüenzas les hace, habitualmente, MVPs de la noche.
“¡Servesa, beer, agua, amigo!”
Terminemos con algo serio de verdad. ¿Qué haríamos sin ellos? Están siempre en el momento y el lugar exactos. Y, siempre, con birra en mano. A veces te ven cara de guiri y te quieren colar la lata por 2€, pero, si les haces ver que eres de casa, te bajarán el precio. No entran en los clubs, pero están en todas sus puertas. Son un agente activo más de la noche de Barcelona. Son los auténticos héroes y nadie, absolutamente nadie, prescinde de ellos. Hípsters, pijos, los del parkineo, rockeros, puretas, estudiantes de todo tipo, guiris, canis, góticos, raveros… ¿quién no ha necesitado nunca una birra de uno de nuestros queridos amigos? ¡Que no nos falten nunca!
(Imagen de Portada: © Oriol Reverter)
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