La música electrónica en Barcelona suena más fuerte que nunca los miércoles en Opium. Desde hace varias temporadas, ese es el día de la semana que una de las discotecas más famosas de la zona del Port Olímpic destina a algún pez gordo de la escena electrónica mainstream. Las sesiones WEDJS cuentan o han contado ya con nombres de la talla de Martin Garrix, DJ Tiesto, DJ Sneak o incluso David Guetta. Aunque alguno ha sido grande en la historia de géneros puros como el trance, todos ellos pertenecen actualmente, y sin lugar a dudas, a la escena de lo que se conoce popularmente como EDM (electro-house y dance comercial). Sin embargo, el pasado 8 de agosto, era el día en el que incluso los defensores del sonido alternativo fijaban su mirada en Opium; aprovechando su visita el día anterior a la residencia de Eric Prydz en Hï Ibiza y su show del fin de semana en el Medusa Beach Festival, se dejaba ver por WEDJS el canadiense Deadmau5.
Joel Thomas Zimmerman (así se llama en realidad) ha sido un revolucionario. Su particular visión de la música electrónica de club y del género electro en concreto le han llevado a ser uno de los artistas claves en la evolución del sonido y de la producción modular. Estamos hablando, sin lugar a dudas, de uno de los mejores productores de la historia. Con su cabeza roja de ratón con ojos y boca iluminados en verde chillón, la superestrella apareció en escena a las 02:30h. Durante 45 minutos, optó por la música techno, algo totalmente inesperado por la mayoría de los asistentes que abarrotaban la sala. No cabía ni un alma más. Llegar a las primeras filas era imposible. Allí, los fans más entregados aguardaban a poder escuchar las mejores piezas de su ídolo, algo que, por el momento, parecía que no iba a suceder.
‘A Further Existence’, de Enrico Sangiuliano, fue el único tema que supimos reconocer durante esos primeros tres cuartos de hora en los que la selección propuesta por Deadmau5 no terminó de encandilar a un público que le esperaba casi histérico y que, poco a poco, se iba apagando, dejándose llevar por unos ritmos techno a los que no estaba en absoluto acostumbrado (se veía a años luz). Como si estuviera programado (tal vez lo estaba), a los 45 minutos de set, Deadmau5 viró radicalmente. Una mezcla sorprendente que combinaba el ‘Sleepless’ de Pan-Pot remezclado por Stephan Bodzin con el ‘I Remember’ del propio Deadmau5 coproducido por Kaskade hizo que centenares de teléfonos móviles se alzaran al aire (algunos incluso con el flash activado) para grabar el momento en sus carretes. Era el primer gran hit de Zimmerman. Era lo que la gente había ido a ver. Era lo que la gente quería.
A partir de ese momento, el sonido de Deadmau5 no nos abandonó. Uno tras otro, como si de una playlist prediseñada se tratara, los distintos éxitos del DJ fueron haciendo acto de presencia. ‘Monophobia’ fue, quizás, el más plano de todos ellos. Sobre cuál fue el que más levantó a la audiencia no hay duda: ‘Ghosts ‘n Stuff’. Las vocales de Rob Swire, que ya habían aparecido en ‘Monophobia’, causaban un griterío estruendoso a nuestro alrededor. Allí no había nadie que no supiera de memoria las lyrics; era un show al más puro estilo concierto. Todavía quedaban 15 minutos por delante, pero Deadmau5 dio por finalizado su trabajo y dejó en reproducción la versión extendida de ‘Strobe’, de duración similar.
Terminaba así una actuación poco convincente, en la que Deadmau5 intentó sorprender con techno, primero, y asegurarse el tiro, después. Con lo primero, no causó gran sensación ni fue capaz de hilvanar una narrativa musical que enganchase a la sala. Con lo segundo, logró que el gran púbico allí presente, mayoritariamente inexperto y poco atento, diera unos cuantos brincos, se dejara la voz y se marchara satisfecho a casa. Así fue la noche con Deadmau5: peculiar, extraña, compleja, difícil de entender. Como lo es él en su conjunto. Un tipo único.
(Imagen de Portada: © Hï Ibiza)
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