La Plaza Real es una de las más visitadas de Barcelona (por no decir la que más). Si, entre tanto bullicio, un restaurante se erige por encima del resto, por algo será. Ocaña se ganó la fama entre los barceloneses por su cocina de proximidad o, como a ellos les gusta decir, de kilómetro 0. Ocaña ha dejado atrás su etapa de comida mexicana y se ha centrado en una cocina catalana auténtica con toques creativos internacionales. Su responsable es Hannes Eberhard, que se empeñó en que el pan fuera de El Raiguer y el jamón ibérico, de DO Extremadura y, siempre, cortado delante del cliente. Tanto si te quedas luego en el Apotheke (la zona de club del mismo Ocaña), como si prefieres trasladarte a clubs de leyenda como Jamboree, Sidecar, Macarena o Moog (todos ellos, a escasos metros a pie), una visita a Ocaña para disfrutar de su arroz negro del Empodrá es siempre un paso seguro.