Pocos festivales existen en el planeta cuyo cometido sea expandir las barreras de lo conocido con tanto ímpetu. Por supuesto, hablamos del Sónar, que en su trigésimoprimera edición ha seguido apostando por un meticuloso equilibrio entre el apoyo a la vanguarda y una oda a los clásicos. Y, por suerte, pudimos vivirlo, escucharlo y bailarlo en primera persona.
Jueves 13
Comenzamos nuestra aventura en Sónar 2024 en el primer ‘By Day’, que empezaba con nombres muy interesantes en nuestra particular agenda. Entre ellos, la primera –esperada– sorpresa: ¥ØU$UK€ ¥UK1MAT$U. El japonés nos tenía mordiéndonos las uñas a la espera de saber con qué nos saldría en su paso por el festival. Su imprevisible selección musical no dejó a nadie indiferente, pues desde su USB salió un amplió abanico de géneros que abarcaron desde bass experimental a un cierre con música clásica, pasando por beats más “club friendly” con un pequeño guiño puntual al EDM que confundió a más de uno. Y es que así es Yousuke, un curador que busca desconcertar al oyente… Y vaya que si lo hizo.
Reconstruyendo los restos que el huracán japonés dejó tras su paso, Skin On Skin reconstruyó la pista de nuevo y aceleró los BPMs. El groove y la intensidad definieron el curso de su hora y pico de sesión en la que la gente se desfogó con una sonrisa en la cara. Una actitud diferente a la del público que vio a Team Rolfe con Lil Mariko, que se posó como si de una película se tratara, sentándose en el suelo en el escenario Sónar +D observando el universo virtual con el que los artistas iban interactuando a lo largo de la película que reprodujeron durante su show. Una de esas performances que, cuando te vas, dices: “esto es Sónar”.
Rematando por todo lo alto, en el “mainstage” del Sónar By Day tomaba el control una cara conocida del festival. Folamour vio como caía la noche mientras él iluminaba el Sónar Village a ritmo de disco y house, en una progresión que fue desde clásicos y selecciones más groovy a temas de club más contemporáneos.
Viernes 14
Segundo día de festival, y nuestra primera travesía por el Project Area. Un lugar en el que la vanguardia tecnológica es tangible, con decenas de marcas exponiendo sus productos, avances e inventos al reducido grupo de gente en el mundo que puede entender de su impacto. Desde módulos para sintetizadores a experiencias de realidad inmersiva de lo más eclécticas. Todo ello con una jam modular al fondo para poner el hilo musical perfecto a ese escenario.
Ya con las zapatillas apretadas, volvemos a la guerra, y en el campo de batalla se encontraba en acción uno de los mayores sargentos musicales de la historia de la electrónica. Una pieza clave del festival y un ser muy querido en tierras barcelonesas. Estamos hablando, cómo no, de Laurent Garnier, que a toro pasado podemos asegurar que entregó su cuerpo y alma a los mandos del Sónar Village, con una sesión que ojalá se haya grabado. Desde el house al techno, pasando incluso por ritmos rotos –nadie se esperaba escuchar en esa sesión lo último de Overmono–, el estandarte francés nos regaló tres horas de su intachable savoir faire, demostrando por qué es considerado por la gran mayoría como una leyenda viviente de la música. Chapeau, monsieur Garnier.
Pese a la clase magistral de Laurent, nos permitimos el lujo de escapar algunos instantes a subir los BPMs con DJ Gigola. Hicimos una buena sesión de cardio mientras la berlinesa pinchaba desde intensos cortes de los 90 a rompepistas newschool, siempre dando juego al dinamismo y a la variedad para aportar frescura allá donde ella actúa.
Con los ritmos tribales de moktar despidiendo la jornada diurna, nos montamos al autobús para ver los compases finales de Air tocando su mítico ‘Moon Safari’, que puso emotivo a más de uno recordando sus tiempos de ‘Sexy Boy’. Un año después, volvíamos a estar en La Fira Gran Vía, y tocaba poner a prueba la resistencia de sus cimientos. Empezando por el primero de la serie de B2B que nos tenían con los ojos bien abiertos: Jennifer Cardini y HAAi. Las artistas nos regalaron esta fusión nunca antes vista en la que decidieron encontrarse en los ritmos acelerados y los bombos contundentes, siempre priorizando el groove y una selección colorida.
Y si por ese maridaje en cabina supiera a poco, volamos hacia otro… ¡A tres bandas! Sally C, Eliza Rose y Dan Shake compartieron las CDJs ante la imponente pantalla vertical de la recientemente estrenada colaboración con Printworks, homenajeando uno de los clubes más icónicos de Gran Bretaña. Esa triple amenaza se apoderó del control de nuestros pies a base de house contemporáneo y cibernético, con algún que otro guiño a la sónica trancera que tanto está destacando en la escena clubbing actual.
Acto seguido, tocaba presenciar uno de los headliners a los que más ganas le teníamos. Con ‘Timeless’ recién salido del horno, Kaytranada tomó el control del SónarPub en una actuación que nos supo a poco. Si bien sus habilidades para la producción son capaces de hipnotizar hasta las piedras a bailar, su directo aportó poco más de lo que podría suponer escuchar una playlist con solamente temas suyos en un gran sistema de sonido. No nos malinterpretéis, no dejamos de bailar y cantar durante todo su DJ set con su infinita cantidad de hits, pero con el hype que tenía detrás, no fue capaz de si quiera sorprender un poco a aquel que ya lo conociera mínimamente más allá de pinchar un bootleg inédito a Beyoncé.
Pero no pasa nada, porque después de ese jarrón de agua fría llegaron tres sesiones capaces de calentarnos de nuevo. Sin cambiar de lugar, DJ Tennis tiró de galones para encarrilar a los allí presentes tocadas ya las 3:30 am. Su selección fue evolucionando de ritmos minimalistas y oscuros a otros cada vez más energéticos, hasta llegar al éxtasis cuando ‘Zdarlight’ salió disparada de los altavoces para sorpresa de todos.
De allí nos fuimos directos al SónarCar para presenciar dos nombres que están liderando la ola en el nuevo panorama de selectores nacionales. Gazzi y Dalila se unieron en cabina para cerrar por todo lo alto el legendario escenario de telones rojos, intercalando percusiones burialescas con tintes hyperpop. ¿La guinda del pastel? ‘Only Time’ de Enya para un emotivo final de trayecto con ambos amigos abrazados en cabina viendo, cuales padres orgullosos, como la pista les aplaudía e inmortalizaba ese momento. Valiente y precioso desenlace.
Antes de irnos, era necesario sacar fuerzas de donde fuera para ver a la polaca VTSS martilleando el SónarClub. Su gusto por los tracks acelerados nos hizo galopar y poner más de una bassface antes de, ahora sí, dar por clausurada la segunda jornada del festival.
Sábado 15
Tercer y último día, empezamos a reconocer que somos humanos y el cansancio pasa factura. Tanto, que uno tiene que empezar a reconocer sus límites y saber que, si la jornada por el final, se tiene que recortar por el inicio. Por ese motivo, sacrificamos algunas actuaciones que teníamos muchas ganas de ver en el Sónar By Day, siendo nuestro primer baile y último baile en ese recinto uno a ritmo de dark disco y electro techno con una dupla digna de admirar.
La reina del EBM Kittin regresó a Barcelona, esta vez acompañada de David Vunk, en un maridaje que nos dejó con la boca abierta. Su sincronización a la hora de elegir el repertorio fue exquisita, sabiendo distinguir el turno de cada uno pero encontrando un balance que hizo que toda la hora y media de sesión fuera puro peak time. Se nos acaban las manos de tanto aplaudir esa oda a los sonidos dosmileros que tanto calaron en tierras catalanas y por los cuales siempre hay un cariño especial para su público.
Y de vuelta a L’Hospitalet, empezó el último esprint By Night… Y de qué manera. Como si del famoso dilema de elegir entre papá y mamá se tratara, tuvimos que perdernos el aclamado live de Octave One, muy a nuestro pesar. Pero si el motivo es para ver por primera vez al estandarte alemán Paul Kalkbrenner tomando el control del mainstage del Sónar… Creo que está más que justificado. Y no sabemos lo que nos perdimos con los creadores de ‘Blackwater’, pero sabemos lo que presenciamos, y fue épico. Desde su incontable cantidad de hits que todos conocemos a ver por la gran pantalla la sentida pasión con la que lo da todo sobre la tarima. Sencillez en lo audiovisual para que la música hable –por muy empalagoso que suene–.
A partir de allí nos pasó la noche volando, y en parte eso se debe a la frenética velocidad de los BPMs de los siguientes artistas. La primera, mamá Anetha, que con la cabeza bien alta tomó las riendas de lo que Kalkbrenner había dejado en la pista de baile y rápidamente se encargó de ponernos a todos a bailar. Una sesión que dejó pequeños guiños que enamoraron a más de uno, como introducir en su tracklist al mítico Gigi D’Agostino o el ‘Bongo Bong’ de Manu Chao entre bombos perforantes.
Necesitábamos un respiro, así que aprovechamos el final del set de la francesa para dar una vuelta por el recinto, viendo desde novedades como áreas de descanso para recargar las pilas entre conciertos, a otros clásicos como los diversos food trucks o los ya icónicos coches de choque a los que, esta vez sí, nos animamos a subir. Un reminder de todo lo que acoge el Sónar más allá de los espectáculos que lo convierte literalmente en un parque de atracciones para melómanos de la electrónica.
De vuelta al programa, y con otro polémico solape, nuestro siguiente elegido fue Floating Points. El británico nos fascinó con su live, fusionando visuales experimentales con sonidos vanguardistas que combinan experimentación modular con influencias del inconfundible sonido clubbing de UK. Un set disfrutable tanto para intelectuales del género como para primerizos en el mundo de Samuel Shepherd, que lo convirtió sin duda alguna en una de las mejores actuaciones de esta edición.
Empalmamos con KI/KI en otro live que volvía a tirar de 4-on-the-floor acelerado como especialidad de la casa. La holandesa fue enhebrando bombos perforantes con lineas de sintetizadores hipnóticas para camelar a los que se posaban delante de la pantalla vertical del escenario SónarLab x Printworks, y su progresión nos hizo elevarnos con ella hasta el final.
Por último, tocaba elegir quién nos iba a dejar el sabor de boca antes de cerrar esta edición de 2024 de uno de nuestros festivales favoritos. En primer lugar, pasamos a contemplar el ring que Héctor Oaks y Partiboi69 confeccionaron para su sonado B2B. Una cita especial que se introdujo con una presentación de los artistas al más puro estilo Mortal Kombat. La unión de ambos mundos fue sorprendentemente positiva, encontrando puntos en común que crearon un combate musical divino que, desgraciadamente, se vio noqueado en más de una ocasión por los fallos técnicos que ocurren cuando uno decide pinchar a vinilo en un escenario de tal magnitud.
Y hablándo de proteger lo analógico, ahí nos esperaba la guinda del pastel. Kerri Chandler, ya a la luz del día bajo la carpa del SónarPub, nos deleitó haciendo malabares con su set reel-to-reel 100% a cintas de bobina. Tras impregnarnos durante varias jornadas de todos los sonidos futuristas del mañana seleccionados los encargados de tomar el relevo del clubbing internacional, fue el momento perfecto para homenajear a los clásicos de la mano de una persona que ya no tiene nada que demostrar tras posarse en el Hall Of Fame de la música house por absolutamente todos.
Un final emotivo a la par que difícil de creer –solamente hacía falta verle en acción a través de las pantallas que retransmitían de cerca sus hazañas en cabina– que, tocadas las 7 de la mañana, nos hizo recordar por qué el Sónar ha sido tan querido durante sus ya más de tres décadas en la ciudad condal: por el amor genuino a la música y su forma de demostrarlo eligiendo a aquellos que, honestamente, lo pueden transmitir en su nombre.