Un restaurante de primeras calidades. Ante él, gente vestida con atuendos oscuros esperando para acceder al piso inferior, donde un DJ hará sonar los primeros compases electrónicos de la noche albanesa. Hablamos del Pepper Bar, un conocido restaurante-bar de Tirana, capital de Albania. El local se encuentra en el distrito de Blloku, donde vivían las élites del partido comunista durante la época soviética. Actualmente, tras haber sido modernizado, se ha convertido en el barrio más cool de la ciudad.
Cuenta el periodista freelance Braden Bjella que ahí es donde suelen empezar sus noches los jóvenes del underground en Tirana, antes de que, a eso de las 2 o las 3 de la madrugada, se vayan a pie al Discobox. El club se esconde entre la Universidad de Bellas Artes y supone otro de los pequeños núcleos en los que la electrónica albanesa logra hacerse notar.
Si camináis por las calles de Tirana, os encontraréis con numerosas tiendas de vinilos y con academias de producción como la Prodjschool Metronom. Las calles de la ciudad albergan en sus múltiples espacios vacíos y naves industriales fiestas pseudo clandestinas. En ellas, reina un aroma a liberación, a explosión, a alivio tras años de silencio. Su estética comunista, sus condiciones y la energía de sus habitantes, cada vez mayor, hace que hallemos en Tirana notorias similitudes con la Berlín posterior a la caída del muro. De hecho, muchos apodan a Tirana como “la nueva Berlín”.
Fuera de la capital, empezamos a ver también las consecuencias del gran trabajo que héroes anónimos realizan en Albania. En junio de 2018, las paradisíacas playas de Dhërmi, al sur del país y cerca de la frontera con Grecia, fueron testigos del nacimiento de Kala. Para llegar al festival, los ravers albaneses tuvieron que volar a la isla griega de Corfu y, desde ahí, viajar durante cuatro horas en ferry y bus. Pese a ello, Kala fue todo un éxito y Albania, por primera vez en su historia, recibió a grandes nombres de la escena como The Black Madonna, Peggy Gou, Moodymann, Underground Resistance o Jayda G.
Casi un año después, en mayo de 2019, nombres como Adriatique, Joseph Capriati, tINI, Ricardo Villalobos, Craig Richards, Zip o Ion Ludwig aterrizaban en UNUM Festival, un nuevo evento que sentaba también las bases al norte del país, en las playas de Shengjin, concretamente en Rana e Hedhun. UNUM, al igual que Kala, buscó trasladar el resurgimiento de la electrónica en Tirana a los parajes naturales, aún vírgenes, que el país posee en sus costas adriáticas y jónicas. Agua cristalina, cuevas inexploradas, selvas salvajes… Todo, lejos de estar masificado, ofreciendo un terreno calcado al que ofrecen, por ejemplo, las concurridas costas croatas, pero a precios ridículamente inferiores.
Los festivales albaneses ofrecen experiencias completas. Hoteles, playa, múltiples espacios, escenarios caracterizados y de alta envergadura, horarios extendidos, visitas turísticas, trayectos en barco, construcción de comunidades en las que prácticamente todo se comparte… Ir a un festival en Albania es ingresar en una nueva familia unida por el amor a la naturaleza y la música electrónica. Importa el “aquí y ahora” y se intenta evitar el uso de aparatos electrónicos. Kala, por ejemplo, publicaba el horario cada día en la misma mañana y mediante anuncios en los pueblos cercanos, fomentando así la interacción y el movimiento.
¿Por qué ahora y no antes? Cuenta Braden Bjella que, en 1972, el gobierno soviético de Albania catalogó como “enemigos públicos” a los organizadores del Festivali i Këngës, uno de los más famosos e importantes del país. Algunos fueron multados. Otros, arrestados. Unos pocos, incluso ejecutados.
Tirana no veía reproductores de vinilos desde la época previa a la II Guerra Mundial. Sólo los aristócratas los poseían, por lo que el resto de la población siempre ha concebido su uso con recelo. Ahora, la escena trata de neutralizar ese hecho con eventos como el Día Anual de las Tiendas de Discos.
El statu quo albanés y la música nunca se han llevado bien. Los entornos musicales nunca han sido bien vistos entre la sociedad. Las bases sobre las que la industria intenta construir su futuro son muy pobres.
La caída del comunismo en 1991 llevó a Albania a una situación de conflicto y crisis política. La pugna por el poder desembocó en guerra civil y la famosa Rebelión de 1997 provocó el colapso total del gobierno. Albania se convertía oficialmente en el país más pobre de Europa, título que sigue manteniendo hoy en día.
Ya en pleno siglo XXI, aquellos productores o DJs albaneses que destacan en la escena nocturna enseguida han buscado labrarse un futuro fuera de sus fronteras. Sólo unos pocos afines a los sonidos más alternativos han permanecido en Tirana, intentando dar a luz lo que hoy ya empieza a relucir: una industria local con algo de lo que enorgullecerse y mostrar al mundo.
Encaramos casi la tercera década del siglo y Albania, por fin, goza de estabilidad política, económica y social. El crecimiento del país es lento, pero positivo y constante. Muchos emigrantes optan por volver a su tierra, ahora que ya han podido conservar ciertos ahorros en estados vecinos. Eso, a su vez, favorece la economía local y el poder adquisitivo de los albaneses. Es precisamente en ese fenómeno donde los DJs albaneses ven una oportunidad para la industria.
Albania, además, se encuentra en una zona de paso, alrededor de importantes destinos turísticos para el movimiento clubbing como Grecia o Croacia. “Aproximadamente, la mitad de la gente que conocí estaba de paso, mientras que la otra mitad habían viajado desde sus casas a propósito”, nos cuenta V.P., una asistente a la primera edición de UNUM. “Había muchos ingleses, sobre todo de Manchester, y también mucha gente de países cercanos como Macedonia o Kosovo”, detalla.
Sobre la música, explica que el tono general del festival recordaba al sonido característico de los DJs rumanos: “De los artistas que había programados, sólo Luciano, Joseph Capriati y Adriatique se alejaban del género microhouse y sus derivados. ¡Yo apenas me moví del Pine Stage!” A la pregunta sobre los acondicionamientos acústicos nos respondió con seguridad: “Aquello era insuperable. Eran escenarios outdoor con una potencia y ecualización digna de los mejores clubs. Diluvió durante horas, pero nadie dejó de bailar, ya fuera frente al escenario en forma de barco, entre los pinos o en la playa.”
A la espera de que llegue el próximo verano y, con él, nuevos hitos, Albania sigue bailando. Y cada vez más. En el sur, Dhërmi y una nueva zona en Nazar Beach proponen fiestas en las que el progressive house, el progressive techno y los ritmos étnicos, tribales y nómadas asumen el protagonismo. Autoridades de estos géneros, como Nick Warren o Be Svendsen, han podido conocer ya el terreno. Albania baila. Albania espera. Y con los brazos abiertos.
(Imagen de Portada: © UNUM Festival 2019)