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Los Suruba: “Amenazaron con darnos una paliza si parábamos de pinchar”

Delmar y Álvaro son casi como hermanos. Juntos, forman Los Suruba, un dúo ecléctico y singular que se centra en su propio sonido y que halla su refugio en un recóndito lugar de Ibiza, aislado de las masas 5

Los Suruba y Barcelona han tenido siempre una muy buena relación. El dúo madrileño gozó de una residencia trimestral en el mítico Moog a principios de los 2000. Allí, incluso actuaron en viernes de OFF Week en dos ocasiones. También los hemos visto recientemente en INPUT High Fidelity Dance Club, Brunch -in the Park, Laut (donde organizan los showcases de su propio sello Nazca) y, cómo no, BClub, la nueva fiesta que acoge el famoso City Hall en la noche de los jueves, tras el cese de Club4. Era precisamente jueves. La 1 de la madrugada, para ser exactos. Álvaro Muñoz y Delmar dos Santos comenzarían su sesión en el club de la Rambla Catalunya poco antes de las 03h, así que teníamos hora y media para charlar con ellos y descubrir algunos de sus secretos y sus opiniones acerca de temas que, hoy en día, están en boca de todos.

 

Álvaro, madrileño de pura cepa. Delmar, nacido en Bilbao pero criado y crecido en la capital. ¿Qué nos contáis de vuestra ciudad?

Delmar: Cuando empezamos a pinchar a finales de los 90, la escena de Madrid era muy, muy bonita. Había muchísimas tiendas de discos y mucha cultura musical. También se notaba en el nivel de los artistas residentes de los clubs. Ser un DJ invitado era un gran reto porque los residentes eran muy buenos. Luego, se endurecieron las leyes, se puso fin al botellón, se limitó el volumen en las salas, llegó la crisis… La escena empeoró, aunque todavía quedasen sitios interesantes y mucha gente trabajando con muy buenas ideas, talento y ganas de hacer que la cosa mejorara.

Álvaro: Me atrevo a decir incluso más: a finales de los 90, para mí, la escena de Madrid era de las mejores del mundo. Todos pinchábamos a vinilo y, en sesiones como las del Deep (club referente de la época), actuaban por primera vez artistas como Carl Cox, Erick Morillo, Richie Hawtin, Roger Sanchez, Laurent Garnier… Es cierto que ahora la cosa no está tan mal, pero Madrid, siendo la capital de este país, sigue sin tener la escena que se merece.

¿Entonces Madrid no está en la cima de la escena española?

Á: No. Si dejamos a Ibiza fuera del análisis, yo me quedaría con Barcelona. Aunque en Madrid también nos quieren mucho, ha sido en Barcelona donde hemos actuado, en general, en clubes de mayor… reconocimiento, digamos. Debutamos en el Moog en 2005 y, desde entonces, no hemos dejado de venir.

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Imagen: © YouTube

¿Está Barcelona al nivel de las mejores escenas del mundo o sabéis de alguna que la supere con creces, como por ejemplo Londres?

Á: Conocemos un poco Londres. Durante un año fuimos residentes de Ministry Of Sound, donde actuamos en el 25º aniversario del club junto a artistas como Todd Terje, Ewan Pearson y uno de nuestros DJs favoritos, Greg Wilson, y hemos actuado en otros clubs y festivales de la capital. Es una escena diferente; ni mejor, ni peor.

D: La escena londinense es de las más potentes del mundo, pero no es mi favorita. Siempre que hemos ido, hemos rendido a gran nivel, pero hay algo que no nos acaba de cautivar. Yo te diría que lo que de verdad mola es ir a Argentina. Eso está un nivel por encima de todo lo demás en cuanto a reacción y predisposición del público a bailar, disfrutar de la música y pasarlo bien.

Á: Sí. Para nosotros Argentina es uno de los lugares donde más disfrutamos actuando. Buenos Aires tiene varios de los mejores clubs del país, aunque las escenas de Córdoba y Rosario también son buenísimas. Allí, la gente va sencillamente a bailar. Si el club abre a las 00h, a las 01h ya está lleno con todo el mundo bailando. Y, al terminar, muchas veces el público nos da feedback sobre la selección musical. También critican, pero con argumentos y de manera constructiva. Llevamos yendo allí de tour cinco años y esperamos seguir haciéndolo muchos más.

Antes excluíais a Ibiza del análisis. ¿Dónde está la isla en todo este lío?

D: Uhm…Depende de los gustos de cada uno. Lo que sucede en Ibiza en verano marca lo que sucederá en la industria internacional durante el resto del año, aunque luego haya sectores más alternativos, como todo lo que sucede alrededor de Dekmantel, por ejemplo. Ibiza marca la tendencia global, yo creo.

¿Es entonces Ibiza una escena comercial?

Á: Algo comercial sí que lo es, aunque también mantiene escondida su verdadera esencia en lugares como Las Dalias con fiestas como Namaste. Lo que se vive allí en nuestra residencia de los miércoles es algo auténtico. Poder tocar para familias con niños pequeños y gente mayor es algo diferente que alegra poder disfrutar.

Muchos dicen que la isla está ahora mismo en decadencia: demasiada publicidad, precios desorbitados…

D: Los precios siempre han sido muy caros. A finales de los 90, ya pagábamos 7000 pesetas por entrar en Pacha.  Al final, Ibiza es una isla mágica, única, un lugar al que todos quieren ir al menos una vez en la vida. Es normal que los precios suban al haber tanta demanda, pero no por ello hay que abusar.

Los Suruba. ¿A qué viene ese nombre?

D: Podemos decir que fue nuestro público quien nos bautizó así. Yo tengo ascendencia brasileña; parte de mi familia vive allí. Una vez, un primo mío viajó a España para visitarme. Estábamos por ahí de fiesta y, de copas, se me ocurrió preguntarle por palabrotas en brasileño. La que más nos gustó fue “suruba”. Al parecer, significa “orgía”, pero en un contexto muy sucio. En Brasil te miran muy mal si pronuncias la palabra “suruba”. En aquel momento, estábamos montando nuestro estudio de producción y diseño y nos gustó el concepto de “orgía” como la mezcla de música, diseño, arte,  baile… todo lo que nos gusta. Empezamos a montar nuestras propias fiestas Suruba. Luego, pasamos a tener nuestro propio club, el Suruba Club, que funcionó durante dos años en Madrid, de 2005 a 2007. Nosotros sólo éramos Álvaro y Delmar y pinchábamos por separado; uno abría con una sesión de tres horas y el otro cerraba con otras tres. La gente empezó a decir aquello de “vamos a ver a Los Suruba”, “vamos a surubear”, “let’s surubing”, etc. Creemos que es por haber surgido de forma natural que a la gente le gusta tanto.

¿Qué hay de vuestra música? ¿House? ¿Tech-house? ¿Techno?

Á: Somos DJs de música. A secas. Hemos sido residentes muchos años y nos encanta empezar a pista vacía con estilos tranquilos y acabar seis horas después con la pista llena y con mucha energía. Creemos que en todo el mundo se está perdiendo esta cultura de la lenta progresión en los DJ sets, de ir preparando la pista poco a poco.

D: Nos gusta todo. Si algo es bueno, nos gusta. Nos consideramos melómanos. De hecho, nosotros empezamos como DJs. Al principio, con 17 años, sólo quería ser DJ. Ahora que tengo 39, tras más de 14 años haciendo música, te diría que la producción fue otra inquietud que nos surgió de forma natural.

¿Por qué?

Á: Ahora mismo, ser productor es indispensable. A parte de que, con el tiempo, te va apeteciendo más hacer tu propia música e investigar otros campos.

Tal vez el problema sea que hoy en día cualquiera se atreve a pinchar con las facilidades del formato digital… ¿Echáis de menos el vinilo? ¿Por qué no volvéis?

Á: Lo echamos de menos, sí. Tenemos 16.000 vinilos en nuestra colección entre Ibiza y Madrid y estamos pensando en organizar alguna sesión a vinilo. En casa, pinchamos de vez en cuando porque nos pica el gusanillo.

Si os pregunto por un artista con el que améis trabajar, seguramente me hablaréis de Edu Imbernon…

Á: Edu es nuestro hermanito pequeño y le admiramos mucho.

D: Le saco 10 años, tío… (risas) Es el artista más joven de la historia en tener un número 1 de ventas en Beatport. ¿Sabías eso? Es un máquina.

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Imagen: © Facebook Edu Imbernon

Y eso de que le hicisteis perder un vuelo para pinchar en Perú… (risas)

D: Eso que te lo cuente Álvaro…

¿Dónde estabas tú?

D: Pasando uno de los peores tragos de mi vida. De un día para otro, un fuerte pitido me apareció en el oído. Al principio no le di importancia, pero cada día fue a más. Era incapaz de entrar en un simple bar en el que hubiese algo de ruido. Ya no hablemos de entrar en un club. Ni siquiera soportaba una TV encendida. Se acabó la música para mí por un tiempo. Me fui a trabajar en la obra, con tapones en los oídos y dos gorros puestos para no oír absolutamente nada. En aquella época no se sabía casi nada del tinnitus y nadie me daba una solución.

¿Qué pasó luego?

D: Fue en 2010, Llegó una petición de Tresor, el famoso club de Berlín. Álvaro me llamó y me dijo que ese fin de semana habría un evento en el que tocaríamos nosotros el viernes y Jeff Mills el sábado, por lo que pondrían el doble de sonido del que había ya en Tresor. (risas) Jeff traía un show nuevo que sólo iba a presentar en Tresor y en Japón, así que no pude negarme. Desde ese día, he seguido pinchando.

¿Desapareció el pitido?

D: ¡Qué va! El tinnitus hace que me pite el oído constantemente. Un psicólogo me ayudó a educar a mi cerebro para lograr no escucharlo. Es como el ruido de los coches en la ciudad, o el del aire acondicionado en la oficina: si no le prestas atención, está ahí, pero no molesta, tu cerebro aprende a anularlo. Pues con mi pitido sucede igual: aunque va a estar siempre ahí, intento no prestarle atención y tirar p’alante. (risas)

Increíble. Supongo que tener a Álvaro al lado siempre ayuda. ¿Podríais actuar uno sin el otro?

Á: Nos pasó este año en Metro. Delmar no pudo estar por motivos personales. Fue la única vez que no hemos actuado juntos. Fue raro; yo me sentí solo. Es importante destacar que nosotros no hacemos un b2b, sino que somos un dúo. Nos compenetramos constantemente. Aquel día, mucha gente se acercó a darme cariño para Delmar. Fue extraño, pero muy emocionante.

¿Teníais claro desde el principio que llegaríais lejos?

D: Hemos currado tanto… que nunca hemos sentido vértigo por ver dónde estamos. Nosotros producimos música, editamos, remezclamos, buscamos música para tocar, preparamos sets, pero también diseñamos las portadas y preparamos todos los lanzamientos de nuestros cuatro sellos, de algún que otro cartel para clubs, etc. Al final, el hecho de pinchar es sólo el premio. Hemos ido tantas veces a pinchar a cambio de casi nada… Hay muchas horas metidas en ello.

Á: La sesión en GOA (Madrid) en nuestro debut en 2009. Yo te diría que ese día notamos algo distinto. Terminamos pinchando cuatro horas en lugar de dos y se respiró una atmósfera especial. Pinchamos muchas promos que la gente no había escuchado y todo salió rodado. También era el inicio de las redes sociales y se grabaron muchos vídeos. Yo creo que ese día fue clave.

D: Luego llegó 2013 y nuestro debut en la fiesta ANTS de Ushuaïa, en Ibiza. Eso fue importante.

¿Os consideráis underground?

Ambos: ¡Sí!

D: Pero no buscamos serlo. Somos nosotros mismos y eso es lo que buscamos ser. Parece que tenemos un estilo propio; nos sale ser así. Si la semana que viene me enamoro de un paso doble, te aseguro que en mi siguiente actuación pondré un paso doble.

¿Pero es ser comercial algo malo?

Á: Claro que no. Si lo que quieres es ganar mucho dinero, adelante. Si disfrutas de esa música, ¿por qué no hacerlo?

D: Michael Jackson se podría considerar comercial y… ¿es malo? Ponte tú a producir esa música. O la de Avicii, por ejemplo. Conseguir ese sonido es muy complejo, aunque no sea mi estilo.

¿Cuántas horas podríais estar pinchando sin descanso?

Á: Una vez estuvimos durante 13 horas poniendo música. Fue en Isla Mauricio, tras 18 horas de vuelo. La isla es 70% hindú, con unas leyes súper estrictas. El otro 30% es excolonia inglesa/francesa y viven en un auténtico paraíso. Hacen surf todos los días y tienen un club privado para 200 socios, en el que todos se conocen. Hacen dos fiestas al año y, en una de ellas, siempre invitan a un artista internacional. Nos llegó el request en 2013 y ahí estuvimos, en una isla privada para el evento, disfrutando durante siete días de aquella maravilla de isla y de una gente increíble. Teníamos que pinchar durante tres horas, pero la cosa se alargó hasta las 13. Fue muy especial. Dejamos algunos amigos allí, estamos deseando volver.

¿Fue ese vuestro mejor bolo?

D: Fue muy guay, pero no el mejor…

¿Cuál fue?

D: Imposible decirte uno, hemos tenido muchos buenos momentos.

¿Y el peor?

D: De ese sí que no tengo dudas. Fue en Madrid, en la antigua sala Cocoon (que no tiene nada que ver con la marca de Sven Väth). Nos llamó un tipo que hacía una fiesta ahí para pinchar y, al llegar, nos encontramos con un plato y un CD de mierda. En aquella época, pinchábamos sólo en vinilo. Por suerte, habíamos ido en coche, así que pillamos el estuche de CDs que Álvaro tenía allí y tiramos de eso.

Á: Fue surrealista. Estamos hablando de 2002 o 2003. ¡Eran los CDs que tenía en el coche para escuchar música! Álbumes de New Order y cosas así. Íbamos alternando: un CD, un vinilo. Y el dueño nos iba manipulando el mixer para bajar el volumen. Todo parecía una broma.

D: Ya habíamos pinchado dos horas más de las que teníamos que tocar y no podíamos más, así que empezamos a recoger. Aquí es cuando la historia se volvió surrealista. El dueño nos contó que ese día tenía un afterparty en marcha y que el DJ le había fallado, así que debíamos permanecer ahí, pinchando durante al menos cuatro horas más.

Á: Nosotros continuamos hacia la puerta mientras le decíamos que nos teníamos que ir, hasta que llegamos a la entrada, donde los porteros del local nos amenazaron con darnos una paliza si parábamos de pinchar e intentábamos salir de ahí. Por suerte, nos escabullimos y salimos ilesos. Nunca lo olvidaremos.

Increíble. ¿Cuál es el mejor público que habéis tenido?

Ambos: Argentina, España y Rumanía.

¿Y el peor?

Ambos: Lo tenemos muy claro, pero no lo diremos.

¿Vuestro mejor tema?

Ambos: Uno que va a salir dentro de poco. Se llama ‘Burning Love’ y es el más especial que hemos producido.

¿El mejor tema que habéis pinchado?

Ambos: Pinchamos muchísimos temas que nos flipan. De vez en cuando, nos gusta poner temas de los 70 y los 80 que no sean específicamente electrónica. El otro día cerramos con el ‘Oxygene’ de Jean Michel Jarre, un tema muy antiguo. Reventó la pista; fue una pasada.

¿Nervios antes de un bolo?

Ambos: La primera vez en la sala principal de Fabrik ante 6000 personas, nuestro estreno en el escenario grande de Ushuaïa y nuestro debut en la sala principal de Space, también en Ibiza. Aunque las tres salieron de puta madre.

¿Vergüenza durante algún bolo?

Á: Durante, no, pero sí al terminar. Alguna que otra vez he desenchufado la tarjeta de sonido que no debía tras nuestra sesión y he dejado a un festival entero sin música… (risas)

¿Qué b2b os molaría ver algún día?

D: Me cuesta decidir. Creo que me quedaría con un b2b en Coppelia de algunos de los DJs que más me gustaban en esa época como Miguel Mendoza, Iván Smoka, Silvia Sánchez o Álvaro Cabana… Buenísimos.

Á: A mí me encanta ATA. Seguro que disfrutaría mucho viéndolo junto a Damian Lazarus.

¿Y qué b2b os molaría realizar?

D: Estaría guay pinchar con Laurent Garnier. Nos cae muy bien y habría mucho flow. Es un tipo ecléctico, como nosotros. Con Henry Saiz también hemos tocado y salió guay. Estuvimos durante cuatro o cinco horas disfrutando como enanos.

¿Hay algún DJ de primera línea que aún no hayáis visto y queráis ver?

D: No sé si son de primera línea, pero tengo curiosidad por escuchar a Peggy Gou, ahora que se habla tanto de ella. También me llaman la atención Ben UFO, Hunee y San Proper. Me encanta el rollo de San.

¿Un festival por tachar de vuestra lista?

Á: Dekmantel.

D: Y, si lo podemos considerar festival, Burning Man.

¿Vuestra mejor experiencia en un festival?

D: Fue en 2006 en un festival en la Comunidad de Madrid. Estábamos en casa de Álvaro después de comer y nos llamó un colega que había conseguido pases para todos. El primer concierto al que llegamos fue de Massive Attack. Fue una muy buena introducción para el momento en el que flipamos de verdad: fue la primera vez que vimos en directo a Daft Punk. Simplemente, alucinamos.

Chicos, nos vemos en la pista.

Ambos: Siempre surubeando.

(Imagen de Portada: © Josu González)

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