Berlín. Para muchos, la capital europea del techno. Para algunos, incluso la capital a nivel mundial. ¿Qué es lo que convierte a esta ciudad en “la Meca de la electrónica”? Los expertos hablan de varios factores que la diferencian del resto de capitales europeas. El primero: los espacios. Tras la caída del Muro en 1989, la mitad este de Berlín se vio avasallada por una cultura occidental capitalista que pudo disponer de amplísimas naves industriales homogéneas de estética soviética. Estas constituían espacios ideales para dar rienda suelta al imaginario hedonista que llegaba desde las Américas a finales de siglo. Son espacios amplios, no especialmente cuidados, pero con escapatorias y extensiones de gran tamaño que les hacen cumplir con cualquier restricción o normativa referente a la seguridad.
Segundo factor: los alquileres. Podrá parecer algo secundario, pero no es casualidad que un altísimo porcentaje de artistas de música electrónica resida en Berlín. Es una ciudad barata, sobre todo si la comparamos con otras capitales occidentales como Amsterdam, París, Roma, Madrid o Bruselas. La industria y las grandes corporaciones alemanas no suelen apostar por Berlín. Su ajetreada historia más reciente es el principal motivo. Hamburgo, Colonia, Frankfurt o Múnich solían ser las elegidas. Cuando Berlín pudo por fin abrirse al mundo, ya era tarde. No le quedó otra que ir a remolque, hecho que abarató los precios y permitió que artistas, bohemios y profesionales de la cultura encontraran en esta ciudad un pequeño oasis dentro del maremoto corporativo europeo.
Casi sin darnos cuenta, más y más afines a la música en general y a la música electrónica en particular fueron encontrando en Berlín su mejor aposento. Aficionados al clubbing y a la vida nocturna vieron en esas naves industriales una oportunidad para organizar fiestas de gran dimensión y larga duración: las normativas eran asequibles, la oferta artística era abundante y la demanda por parte de los clubbers, notable y ascendente. Nada podía salir mal. Nada iba a salir mal.
Berlín nos da una lección 30 años después
Este es el resultado. Tras prácticamente tres décadas de fines de semana interminables, incontables festivales e infinitas fiestas en ubicaciones de todo tipo, Berlín se ha consolidado como la capital de la música techno a nivel europeo, por no decir a nivel internacional y evitar así los recelos de Detroit (cuna del género). Aquellas antiguas fábricas soviéticas, bóvedas de bancos y demás espacios abandonados siguen siendo, hoy en día, clubs nocturnos que se han convertido en leyenda, habiendo atraído a 3 millones de turistas en busca de fiesta en 2018. Cada uno de ellos, de media, ha pasado 2,4 días en la capital de Alemania, gastando un promedio de 205€ diarios. En total, 1.500 millones de euros aportados a la ciudad en todo el año. Ahí es nada.
Los datos provienen de Club Culture Berlin 2019, el estudio realizado por la Berlin Club Comission a clubs, localizaciones open-air y clubbers de diverso origen durante el pasado año. El estudio asegura que hay registradas oficialmente 280 promotoras y organizadoras de eventos y que estas han generado cerca de 9.000 puestos de trabajo, habiendo dado como resultado 58.000 eventos a lo largo del 2018 y habiendo obtenido un beneficio de 168 millones de euros.
Cuando se habla de una Berlín barata, se hace en todos los aspectos. También de cara al usuario. Esa es otra de las principales razones que mantienen a la ciudad como capital de la electrónica. Por naturaleza, un clubber afín a lo underground siempre dará la espalda al gasto desmedido. Berlín también lo hace, generando esa afección entre ambas partes y esa fidelidad en los berliners y en todos los que visitan la ciudad. Según Club Culture Berlin 2019, el acceso a los clubs tiene un coste medio de entre 5€ y 15€. Los precios en barra tampoco se alejan del sentido común. Mientras que en París podrían cobrar hasta 10€ por una cerveza, en Berlín nunca pedirán más de 4€. Sin embargo, la venta de bebida en barra dentro de las fiestas se erige como una de las principales fuentes de ingresos para la industria.
Los 3 reyes del juego
280 son las promotoras que organizan fiestas en Berlín, pero, en realidad, el gran atractivo para los que visitan la ciudad son los clubs, ya sean estos indoor u open-air. Wilden Renate, Sisyphos, Katerblau, Ritter Butzke, Griessmühle, :// about blank… pero, por encima de todo, las tres grandes joyas de la corona. Lo dice Lutz Leichsenring, portavoz de la Berlin Club Comission: “Berghain, Tresor y Watergate ofrecen una propuesta comercial única en el mundo”.
Estas cifras no hacen más que certificar el concepto, ya instaurado desde hace años en Berlín, de que la escena nocturna es un gran valor cultural para la ciudad y sus habitantes. Berlín existe en el mapamundi de muchos jóvenes gracias a la electrónica y eso no es algo de lo que avergonzarse. Todo lo contrario. Los entes públicos, principalmente el Rotes Rathaus, destinan cada año una considerable cantidad de recursos públicos al mantenimiento de esta escena y al impulso de aquellos artistas que más lo necesiten.
El ejemplo más reciente es el desembolso confirmado por la Club Comission para insonorizar todos aquellos clubs que lo necesiten con el fin de minimizar las molestias al resto de la población. La iniciativa entregará un total de 100.000€ a algunos de los clubs de la ciudad. Mientras tanto, en otros países, miramos hacia Berlín con envidia sana y con un suspiro de esperanza. Allí tenemos el espejo en el que mirarnos, el ejemplo a seguir, la demostración de que la fiesta no es el problema.
(Imagen de Portada: © Simon Tartarotti de Unsplash)
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