“Si no puedo bailar en ella, no es mi revolución”. Así se expresaba uno de los referentes más importantes del anarquismo y feminismo, Emma Goldman. Como en estos días muchos catalanes, ella también luchaba por el derecho a voto y brindar una oportunidad a una parte del pueblo reprimido. Pero no estamos aquí para hablar de la conflictiva situación de Cataluña, aunque sea trending topic, venimos a hablar de lo que más nos gusta: el techno. Precisamente del techno como parte de una revolución.
DETROIT 1980
Si hablamos de revolución no es por sensacionalismo u oportunismo, hablamos de revolución porque de ahí es donde nace el techno. Precisamente en Detroit (Estados Unidos) a mediados de los 80.
Tras una época de continuo crecimiento y desarrollo gracias a la industria del motor, la capital de General Motors se vio envuelta en una época de extrema decadencia. Consecuencia de la crisis del petróleo, los problemas económicos y sociales incrementaron llevando a la despoblación (en su mayoría gente de raza blanca) y a la extrema pobreza (mayoría de raza negra) de aquellos que no podían abandonar esta triste ciudad para aquel entonces.
Nada define mejor la jodida situación que experimentaron los jóvenes de Detroit como esta reflexión de Jeff Mills: “Imagina una ciudad diseñada para cuatro millones de personas en la que vive menos de uno”. Así que tuvieron que buscar otras maneras de hacer más entretenida su existencia, inspirados por el frío vacío de las fábricas automovilísticas y la llegada de sonidos electrónicos, especialmente del grupo alemán Kraftwerk, que fueron de los primeros en experimentar con sintetizadores.
Los productores afroamericanos, Juan Atkins, Derrick May y Kevin Saudernson, conocidos como “Los Tres de Belleville”, fueron los pioneros en este movimiento musical y social mezclando los sonidos electrónicos alemanes con música negra.
Después llegaría una segunda oleada de artistas con el mítico Jeff Mills a la cabeza, Mad Mike Banks y Robert Hood, que fundaron la Underground Resistance acabando de marcar una época. Consiguieron no sólo hacer un nuevo tipo de música para entretener, también consiguieron crear conciencia social a través de sus producciones o su modo de vida DIY, en el que rechazaban todo aquello que les ofrecían las grandes industrias para hacer apología de la autorrealización.
Con su fuerte manifiesto, actividades sociales y estética fuera de lo común para aquel entonces, alcanzaron tal punto de atención y atracción de los jóvenes de Detroit con el que pudieron desarrollar un sentimiento de comunidad, respetando al individuo tanto dentro como fuera de sus raves.
BERLIN 1989
La cosmopolita y moderna ciudad alemana una vez no lo fue tanto. A mediados de 1989 los berlineses aún no podían disfrutar de su ciudad al completo debido a la división de su conocido muro. Con la caída del mismo hubo una fusión de ideologías, modos de vida y percepciones de la realidad que fueron cuna del Berlín que hoy conocemos.
Reprimidos por el previo autoritarismo en ambas parte de la ciudad, la sensación de libertad fue su máximo modo de expresión. El caos social fue motivo de provecho para los jóvenes alemanes, que encontraron su espacio de creación en los cientos de edificios vacíos que habían dejado muchas organizaciones o antiguos propietarios. De ahí nacieron galerías de arte, tiendas, agencias de diseño, revistas y clubs de techno al más puro estilo underground.
Berlín ya era una bomba creativa a punto de explotar. Y explotó. Con jóvenes talentos emergentes a todos los niveles y un aumento espectacular de inmigrantes que llegaban con ganas de sumarse a este movimiento cosmopolita para experimentar, aprender y compartir lo que la ciudad alemana les ofrecía.
Y, como ya veníamos avisando, a ritmo de techno. Banda sonora de aquella comunidad rebelde y okupa. Llegaron las primeras fiestas ilegales de la mano de UFO, colectivo creado por Dj Westbam y Dr Motte, que más tarde cofundarian el Love Parade. Fiestas que fueron el preludio de algunos de los clubs más conocidos de Berlín como Tresor y E-werk, y residencia de otros míticos artistas como Marusha y Paul Van Dyk.
KIEV 2014
Crisis financiera, ausencia de empleo, corrupción política, pactos que no se cumplen e invasiones por imposición armamentística. Vamos, un buen caldo de cocción para que el pueblo se revolucione. Y la más reciente de las revoluciones relacionadas con el techno. La revolución de Maidan.
Jóvenes universitarios de todas partes de Ucrania iniciaron este movimiento, indignados por la situación y sin una visión clara de su futuro por el presente que les ofrecían sus máximos mandatarios. Con semejante situación de inestabilidad y descontento social, empezaron a sumarse todo tipo de ciudadanos a las protestas, que acabaron en disturbios. Pero eso no los frenó, no cesaron e invadieron la Plaza de la Independencia día y noche hasta conseguir lo que querían.
Paralelamente, tuvo lugar otra revolución en las sombras. Muchos de los jóvenes manifestantes necesitaban canalizar esa tensión y energía negativa que estaban sufriendo como parte de la sociedad ucraniana. Ahí es donde Cxema toma lugar. Una fiesta creada por el joven Slava Lepsheev, que se había quedado en el paro por la crisis económica.
Harto de no poder disfrutar, Slava trató de promover una revolución en base al amor por la música y sus compatriotas. Personas de todas partes de Ucrania acudían a esta fiesta, alguno incluso desde Crimea, otras de las zonas más conflictivas y más alejadas de Kiev. Pero ni la distancia ni cualquier otro tipo de dificultad que se les presentara impidió esta revolución.
Cxema vivía en cualquier lugar que pudieran poner un buen equipo sonido. La pista de baile podía ser un skatepark, un almacén abandonado o debajo de un gran puente. Eso no importaba, lo que importaba era estar unidos hasta el final.