Nunca un Sónar había empezado tan pronto. Desde el 24 de mayo, el Centre d’Art Tecla Sala acogía la exposición “NI Flyers NI Pósters. 25 Años de Imagen Sónar”, un repaso a las distintas campañas de imagen y publicidad que el festival catalán ha desarrollado a lo largo de este cuarto de siglo. Han sido 25 años en los que la exploración de nuevos sonidos electrónicos y la vanguardia artística y musical han encontrado en Barcelona un espacio en el que convivir con la música electrónica de baile más puntera. Había que celebrarlo por todo lo alto.
Ya en la semana del certamen, la ciudad se volcó. Incluso el Ajuntament de Barcelona, hasta ahora siempre al margen, abrió sus puertas para instalar ‘Chiasm’, el proyecto del artista holandés Edwin van der Heide en el que la proyección láser y el humo convierten al espectador en parte activa del show, animando al movimiento entre los objetos para modificar aleatoriamente la percepción sensorial del resto de espectadores.
Las experiencias 360º también estuvieron presentes en la Fira Montjuïc. Allí, un año más, Sónar by Day reunió durante tres días la mayor parte de su actividad, compaginando sus actividades con Sónar+D. Multitud de start-ups venidas de alrededor del mundo se dieron cita para compartir ideas y buscar sinergias. Mientras, el público disfrutaba con varias de las experiencias de este Sónar 2018, como Sónar Calling (la sala de control de emisiones espaciales que permitía descubrir los mensajes que el festival ha lanzado a GJ273b, el exoplaneta potencialmente habitable situado a 12,4 años luz de la Tierra), Sónar360º (la cúpula curada por Mediapro en la que una secuencia de proyecciones visuales y sonoras transportaban al público a un mundo de tres dimensiones) o The Zero Gravity Band (otra cúpula en la que las luces y la pista musical producida por el español Marc Marzenit ofrecían un viaje sonoro de cinco minutos a través de un recorrido corporal en el que el norte, el sur, el este y el oeste quedaban fusionados en una desorientación completa).
Madrugar con Óscar Mulero
Ese era el plan que nos planteaba Sónar para la primera jornada del festival. Otro artista nacional, Óscar Mulero, nos citaba a primera hora del jueves en el SónarHall para presentar “Monochrome”, su nuevo proyecto audiovisual de ambient en el que la oscuridad de los sonidos y las imágenes se fusionaban con tímidos hi-hats y potentes bajos. Éramos pocos, pero más que suficientes, los que llenábamos los primeros metros del Hall para vivir la experiencia en primicia.
Antes, habíamos echado un repaso al live band de Alex Silva para descubrir el SónarDôme, curado y retransmitido por Red Bull Music. Allí nos volvimos para vibrar muy fuerte con los frenéticos 45 minutos del directo de Kode 9 (a la música) y Kôji Morimoto (a los visuales). La sumersión en el mundo de Anime se hacía sencilla gracias a la siniestra propuesta sonora de Kode 9, algo que no quedó muy lejos de lo que el mítico DJ local Undo estaba presentando en formato live poco después en el SónarVillage, el escenario principal de la Fira Montjuïc. Sus cantos en vivo fueron la mayor sorpresa durante su actuación, aunque, para sorpresa, la de KOKOKO!. En la previa ya habíamos avisado de que era un MUST. El grupo congoleño enamoró a todo el Sónar con su libre albedrío de tinte punk interpretado con sus propios instrumentos.
El Dôme volvía a reclamar nuestra presencia. Era el turno de Rainforest Spiritual Enslavement (unión de Dominick Fernow, Philippe Hallais y Silent Servant). Nueva dosis de dark ambient antes de subir por primera vez al Complex; allí nos esperaba el trío noruego Jenny Hval ante un auditorio silencioso e impresionantemente atento. La protesta feminista de este grupo, que ya había visitado hace menos de un año Barcelona, convierte en bello aquello desagradable. Aspectos tan lejanos como la menstruación o los sonidos electrónicos experimentales convergen en sus conciertos.
Paralelamente, en el otro extremo de la ciudad, L’Auditori aguardaba junto a Brad Lubman y la OBC (Orquesta Sinfónica de Barcelona) para interpretar ‘In C’, la pieza minimalista de Terry Riley que en los años 60 revolucionó por completo la música de conservatorio. La puesta en escena kinética de Daedelus (aún en desarrollo y con aspectos a mejorar) en el Hall, el live cargado de melodías house pausadas y amables por parte de George FitzGerald en el Village y el gran cierre del maestro del festival, el parisino Laurent Garnier, con su propuesta Laurent Plays Garnier, en la que sólo hizo sonar temas de su propia producción, pusieron fin a una primera jornada que no hacía más que vaticinar un fin de semana de celebración por todo lo alto.
Rosalía, estrella del futuro
Uno se levanta de la cama con “Crispy Bacon” todavía sonando en su cabeza. Habíamos vivido un cierre para la historia con Garnier en el Village, pero no había tiempo para bostezar. De nuevo, el SónarHall nos obligaba a ser de los primeros en acceder al festival para vivir en carne propia ‘Human’, el álbum del madrileño Henry Saiz y su banda, producido gracias al crowdfunding y en el que hasta 11 distintas culturas y rincones del planeta quedan inspeccionados al detalle mediante los sonidos más originales de su subsuelo. El Complex también aguardaba impaciente a la estelar puesta en escena de Refree, proyecto en solitario de Raül Fernández en el que se aleja de la clasificación estilística para hacer de la música su propio terreno.
Italia entera tenía puestos los oídos en la segunda actuación del Hall. Liberato, fenómeno de masas en Nápoles y el resto del país, traía sus letras reivindicativas superpuestas sobre bases a caballo entre el trap y el pop. El público conocía los temas y perdía la voz con cada uno de ellos. La tarde avanzaba y, en el Dôme, la crew de Red Bull Music se frotaba las manos y se preparaba para uno de sus platos fuertes, el directo de Clip y Cora Novoa, en el que el acid techno se empapa del drone para proponer sonidos 100% analógicos. Y llegó la hora. De nuevo, las cortinas rojas del SónarHall presenciaban historia de la música. La catalana Rosalía presentaba su repertorio de origen flamenco, en el que las palmadas y demás elementos clásicos quedan difuminados entre bases trap y sonidos percutivos de pura electrónica. Para algunos, es un sacrilegio contra el flamenco. Para otros, no es más que la adaptación de un género genuino a los nuevos tiempos, algo que puede suponer un trampolín que lleve el sonido más tradicional de la sociedad española a la primera línea de la escena musical internacional. Rosalía será (si no es ya) una estrella mundial.
Antes de subir una vez más al Complex, descubrimos en el Dôme como Sophie destruía (en el buen sentido de la palabra) el género pop a base de bass y noise, desatando la locura colectiva entre una sala que no parecía que fuera a vaciarse nunca. Un nuevo cambio estilístico radical se avecinaba. Por segundo día consecutivo, el neoclasicismo hacía acto de presencia, esta vez en el auditorio de la Fira Montjuïc. El islandés Ólafur Arnalds presentaba junto a su grupo sus nuevos trabajos, en los que el piano clásico (si bien activado a distancia) jugaba un rol principal. Mientras Diplo, primero, y Black Coffee, después, cerraban el Village con sesiones masivas, el Hall completaba una jornada de infarto con la excelsa pureza sonora del estudioso alemán Alva Noto. Ni músico, ni performer, ni DJ, sino “manipulador de sonidos”. Así es cómo le gusta que le llamen.
Bicep volaron por encima del resto
Muy deprisa tuvimos que movernos a la Fira Gran Via. Allí, un Club a reventar sudaba y se desmelenaba con el concierto de uno de los grupos más influyentes de la era moderna. Gorillaz actúa poco en vivo y poder verlos en formato humano (y no en dibujos animados) suponía un gran reclamo. Sabíamos que “Clint Eastwood” no podía faltar y, en efecto, no lo hizo. En realidad, fue un pequeño respiro antes de que el house y el disco de Young Marco (en el Club) y el techno agresivo de Benjamin Damage (en el Pub) empezaran a exigir a las zapatillas de los más de 60.000 asistentes. Estaba siendo un Sónar de idas y venidas y la vuelta al Club volvió a suponer un descenso de pulsaciones. El directo de Bonobo fue sutil, dulce, amigable e incluso bonito. La audiencia cerraba los ojos, alzaba los brazos y se dejaba llevar por cada delicado ascenso.
En realidad, fue una introducción ideal para lo que nos esperaba en el Lab. Los norirlandeses Bicep, buenos amigos de Sónar, volvían dos años después, ahora con álbum homónimo en el mercado, nuevos temas inéditos y proyecto live bajo el brazo. Con ellos, pudimos viajar entre los sonidos más melancólicos y sentimentales de la época dorada del garage, el dance y el rave británico, siempre con un matiz psicodélico idóneo para dejarse llevar. Fue la gran actuación de la noche, antes de que el español Ángel Molina y la alemana Helena Hauff cerraran el Pub a base de más y más techno, incluso de sonidos 100% raveros cargados de acid y trance industrial, mientras las selectoras y coleccionistas Kim Ann Foxman y Miss Kittin ofrecían una alternativa mucho menos agresiva, pero de igual o incluso mayor interés.
Las mayores sorpresas estaban por llegar
Mucha música de primer nivel nos esperaba, también desde primera hora, en la tercera jornada de festival. El dúo local Olde Gods, el directo de Chloé presentando “Slow Mo” o las actuaciones de Die Angel, Second Woman, Amp Fiddler y Tony Allen, Lory Money, Cornelius, DJ Earl y Nick Hook y Demdike Stare y Michael England son buenos ejemplos de ello. Sin embargo, el cansancio nos invitó a dejarnos llevar por la progresión de los 2ManyDjs junto a James Murphy en DESPACIO, ese pequeño club dentro del festival con capacidad para 800 personas y ocho torres de sonido situadas en modo circular alrededor de la pista. Sólo los sonidos de la new age italiana nos despertaron del sueño. Era momento del post-trance a cargo de Lorenzo Senni y, tras haber disfrutado de algunos ritmos breakbeat con DJ Stingray y Mumdance, nos sumergimos en los terrenos del Hall. Tocaba pisarle duro al “Rave Voyeur” y vibrar con otros hits de uno de los artistas más de moda de la escena vanguardista, como “XAllegroX” o “The Shape Of Trance To Come”.
La de Senni fue una de las mejores actuaciones de este Sónar 2018. No quedaba energía para el cierre del Sónar de Día a cargo de los 2ManyDjs, esta vez en solitario y en el Village. Nos esperaba en el Sónar de Noche un tipo tímido, oscuro y silencioso. Pese a que el concierto de LCD Soundsystem se llevaba todas las miradas, nosotros sabíamos que Lanark Artefax tenía mucho que decir en el Lab. Y así fue. El británico nos brindó el que para nosotros fue, de lejos, el mayor repertorio de este 25º aniversario. El género IDM, cada vez más de moda en la escena, vivió una de sus noches históricas en Barcelona. Rescatamos “Glasz”, uno de sus más recientes trabajos, para tratar de describir la grandeza de su aparición.
Aunque Call Super y Thom Yorke (vocalista y compositor principal de Radiohead) en el Club y John Talabot en el Car comenzaban a repartir mucho juego, nosotros no logramos escapar del Lab. Los directos de Errorsmith y Octo Octa supusieron otras dos performances memorables (especialmente esta última, cargada de componentes melódicos que evitaban caer en el aburrimiento pese a la constante línea de bajos). Dieron las tres de la mañana, hora en la que Laurent Garnier comenzaba en el Pub una sesión de cuatro horas que nos iba a llevar al fin de este aniversario. Sin embargo, dimos una oportunidad al británico Objekt, quien nos regaló en el Club una variada y trabajada trayectoria de 75 minutos en la que el techno se vio difuminado por el garage, el breakbeat, los sonidos industriales e incluso el post-trance.
Nada mejor para dar pie a uno de los shows más esperados de este Sónar; Richie Hawtin aparecía rodeado de sus artilugios y de su famosa mezcladora MODEL 1 para ofrecernos CLOSE, un espectáculo audiovisual a base de microcámaras que nos acercaba a escasos milímetros de las manos de uno de los más grandes de la historia. Tras aquel repertorio, y pese a tener a Charlotte de Witte en el Club (su sesión comenzó con uno de sus temas más conocidos, “Closer”) y a Jeremy Underground y Motor City Drum Ensemble en el Lab, no nos quedaba otra que vivir desde primera fila el cierre de Garnier. Si a las 3 de la madrugada había arrancado con el “Howling” de Âme, el francés decidió poner el punto y final a esta aventura con míticas pistas como “I Feel Love” de Donna Summer, “Domino” de Oxia, “Spastik” de Plastikman (alias de Richie Hawtin) o sus archiconocidas “The Man With The Red Face” y, cómo no, “Crispy Bacon”. Una técnica inmejorable en la ecualización hacía que todo el SónarPub se tirara de los pelos ante la magia de un cierre que quedará grabado con letras de oro en las memorias de los allí presentes.
Alva Noto y Ryuichi Sakamoto conquistan el Grec
Un 25º aniversario no podía terminar sin una cerecita encima del pastel. Tras tres días ampliando la paleta musical de los más de 120.000 asistentes que disfrutaron de la experiencia, el Teatre Grec aguardaba impaciente bajo las estrellas de un cielo despejado. La temperatura era ideal y el público, heterogéneo, fácilmente distinguible entre los que cargaban la pulsera del abono completo desde el jueves y los que venían, simplemente, a disfrutar de una noche de domingo al aire libre. El sonido de las gaviotas (y de algún que otro petardo que nos recordaba que San Juan estaba a la vuelta de la esquina) precedió a la comparecencia de Alva Noto y Ryuichi Sakamoto.
Juntos, produjeron en su día la banda sonora de “The Revenant”. Hablamos de dos auténticos estudiosos de la música, experimentadores de sonidos, manipuladores de frecuencias. Sakamoto abrió su piano de par en par, dejando a la vista sus tripas. Los micrófonos nos permitieron percibir cómo arrugaba papeles, tiraba piedras contra la madera de su instrumento y punteaba directamente las cuerdas del piano, en lugar de accionar las teclas. Paralelamente, Noto emitía las basslines electrónicas, así como los agudos percutivos, obteniendo una ecuación que transportó al hemisferio a un universo paralelo en el que estos dos virtuosos dominaban todo cuanto les rodeaba. Apenas tienen programadas fechas juntos en Europa y haberlos tenido en Barcelona ha sido, sin duda, un auténtico privilegio a la altura de lo que ha sido el 25º aniversario del festival más determinante e influyente en la industria de la música electrónica.
Ahora, Barcelona descansa y aguarda impaciente a julio de 2019. Sí, a julio. Una feria textil de 10 días que requiere seis semanas de montaje evita que el festival cultural más importante del país se celebre en el fin de semana en el que viene celebrándose desde su nacimiento. Como se oyó decir a la dirección del festival, “los tejidos del siglo XIX desplazan a los tejidos del siglo XXI”. No nos vamos a enfadar; esperaremos ansiosos al mes de julio para descubrir juntos cómo arranca el segundo capítulo de esta larga historia; este segundo cuarto de siglo de esta bonita aventura llamada Sónar.
REVIVE LAS ACTUACIONES DE SÓNAR 2018
(Imagen de Portada: © Sónar Festival)
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